
Estamos en una sociedad de confrontación. Ya no se trata de socialistas o conservadores, de izquierda o derecha, de monárquicos o republicanos, del Madrid o del Barsa. Ya no. Ahora se trata de murcianos o manchegos, de aragoneses o murcianos, de catalanes o castellanos, de gallegos o andaluces. Dá lo mismo el color, la condición o la religión. Lo primero yo, después yo y se queda algo, para mí. Partiendo de la base de la hipocresía de la clase política cuando dice lo que quiere en donde le conviene, unos y otros se enzarzan en una guerra política que no me preocuparía lo más mínimo que acabaran matándose, si no es porque afecta al conjunto de los españoles, propiciando la confrontación entre nosotros, creando barreras interregionales, diferenciando a las comunidades y propiciando aún más aquello de las dos Españas: la verde y la seca, la monárquica y la republicana, los ricos y los pobres.
En el caso que a nosotros nos afecta, el agua, socialistas y populares se empeñan en trasladar sus disputas políticas a asuntos que, en realidad, nada tienen que decir porque ya está todo dicho: el agua es un bien común y nos pertenece a todos los españoles y ninguna comunidad autónoma es quién para decidir si tienen más derecho que otros para su aprovechamiento. Eso es cosa del Estado, tampoco de los políticos, que están para legislar, pero no para cambiar nuestros derechos. Es como si aquí en Murcia, aprobáramos un Estatuto en el que prohibieramos el uso y disfrute de nuestras costas a los manchegos. Sería una aberración, primero, por inconstitucional, después por insolente, descabellado, insensato y absurdo: las costas son del Estado y por extensión de todos los españoles. Y las montañas, los lagos, los cabos, las bahías... y los ríos. En esa disputa que tienen los dos principales partidos en conseguir votos al precio que sea, han descubierto un nuevo campo para abonar: el agua de los ríos. En su disputa, convencen a determinados sectores que se posicionan según sus intereses y lo peor de todo es que entre unos y otros -digamos que entre políticos y "esos" sectores- convencen engañando al ciudadano de a pié de sus razones para reivindicar lo irreivindicable, falseando la realidad, manipulando datos... haciendo lo imposible por conseguir sus objetivos: el puñetero voto.